Una de nuestra fundamentales, en las últimas décadas, líneas de investigación ha sido la que se adentra en el desarrollo del universo creativo de uno de los genios indiscutibles del arte a través de recorridos históricos y visuales que abarcan desde la formación del pintor en Zaragoza y su estancia en Italia hasta su muerte en Burdeos, pasando por la plenitud de su estancia en la corte madrileña. Sus pinturas, sus dibujos, sus grabados constituyen emblemas de una época que, a partir de los hechos de la revolución francesa y de los inicios de la revolución industrial, dejó de ser espejo de la Ilustración y de las humanidades del Antiguo Régimen para convertirse en verdugo de los poderes corruptos y caducos. La época retratada por Goya es ruda, grotesca, violenta y, en ocasiones, incluso brutal, que en su atronador y doloroso parto de una nueva edad histórica se debatía entre el agobiante y tenebroso lastre del pasado que tenía que abandonar y el aun amorfo y ciego futuro que debía conquistar una época en la que la anécdota desaparece frente al todo y lo circunstancial frente a lo universal.En este contexto, las creaciones de Goya son incontestables obras maestras de la modernidad y revulsivos absolutos del arte contemporáneo. Hemos investigado -y estamos investigando- diversos aspectos de ese complejo mundo, siempre con la consideración apuntada de que si bien el pintor aragonés es un unicum, lo es en tanto párticipe de una realidad interterritorial e intercultural que le hace y , a la vez, le permite atravesar y sumergirs en tiempos en extremo conflictivos, en los que lo local – su universo aragonés e incluso madrileño-se resquebraja ante una una intensa cultura europea que se decanta de norte a sur y viceversa y se difunde desde Roma. En la pintura de Goya el orden de lo antiguo cede ante la especulación profunda del yo, como el sentimiento nacional se inquieta ante el sueño impuesto y sobrevenido de la razón.