COLECCIÓN CAMBÓ
Madrid, Museo del Prado, 9 octubre 1990-13 enero 1991; Barcelona, Sala Sant Jaume de la Fundació Caixa de Barcelona, 31 enero-21 abril 1991.
Joan Sureda, comisario científico y museográfico de la exposición y editor catálogo, con la colaboración de Alfonso E. Pérez Sánchez.
Coordinación: Mª Margarita Cuyás (Barcelona); Manuela B.Mena Márquez ( Madrid).
Autores catálogo: Joan Sureda i Pons, Javier Tusell, Alfonso E.Pérez Sánchez, Ramón Guardans Vallés. Alessandro Bagnoli, Alessandro Ballarin, Luciano Bellosi, Elisa Bermejo, Ferdinando Bologna, Christopher Brown, Rogelio Biendía, Mª Margarita Cuyas, Massimo Ferrretti, Monica Folchi, José Milicua, Mª Rosa Padrós, Giovanni Romano.
Dirección restauración: Aurora Velat.
Documentación técnica: Carmen Garrido, Juana Navarro, Inmaculada Echevarria.
Barcelona, en donde el arte está tan arraigado que se confunde con su propia existencia, expone la colección de pintura que uno de sus hijos predilectos, Francisco Cambó, logró reunir en unos pocos años en los que la ciudad, tras su esplendor modernista recuperaba, con su noucentisme, la armonía de lo Clásico.
Era también una época en la que el culto a lo románico y a lo gótico daba alas a una sociedad que buscaba en los lejanos siglos de la Edad Media la razón de una historia que sólo en fugaces instantes parecía tener continuidad en el presente. En el campo de lo artístico, el necesario esfuerzo de afianzar esa historia llevó a que un palacio de grandilocuente y majestuosa arquitectura, levantado como símbolo paradigmático de la Exposición Internacional de 1929, se convirtiese en sede definitiva del museo que aparte de atesorar las piezas medievales más preciadas exponía obras como las del ya por aquel entonces genial Picasso.
Pero entre lo uno y lo otro, entre lo románico y lo vanguardista, en ese museo que pasó a llamarse Museu d'Art de Catalunya existía, aunque quizá menos de lo que en ocasiones se ha pensado y en otras se ha dicho, el vacío del mundo de lo renacentista y de lo barroco. Francisco Cambó pretendió que ese vacío, que nunca llegó a serlo del todo, lo fuera en cualquier caso menos, y a ello dedicó con gesto magnánimo, propio sólo de aquellos que saben ver en el arte la más alta expresión creativa del género humano, buena parte de su tiempo y de su fortuna. y quien esto hace no alza muros que por muy endebles que sean impidan ver lo que ocurre más allá de la frontera de lo inmediato ni ciega vanos por los que se puedan escapar la gratitud a una amistad o el
reconocimiento de una deuda que únicamente lo es en la medida que uno quiera que lo sea. Por ello la colección que ahora podemos ver reunida en Barcelona, como jamás la pudo llegar a contemplar quien la formó, no es solamente la que Francisco Cambó dejó en legado al Museu d'Art de Catalunya; en ella se muestran también las piezas donadas al Museo del Prado, cuyas salas, en tiempos solitarias, saciaron de belleza algunos de los pocos ratos de ocio del mecenas y político catalán, así como aquellos cuadros que donó a algún amigo e institución y dejó en testimonial herencia, uno sólo, a su hija Helena. Los que ahora tengan la oportunidad y el gusto de ver la colección gozarán, antes que nada, de la plenitud artística de las obras y, después, del placer de su conocimiento. Cada una de las tablas, cada una de las telas se ha limpiado cuidadosamente; cada cuadro se ha estudiado con detenimiento y se puede decir, por fin, que la colección Camb6 ha adquirido la dimensión artística que históricamente merecía y precisaba. El trabajo no ha sido ni fácil ni cómodo y ello nos obliga no por protocolaria delicadeza, sino por estricta justicia, a poner de manifiesto nuestro agradecimiento sin límites hacia todas aquellas instituciones y personas que de alguna u otra manera, merced a su tesón, a su esfuerzo y a su entrega, por no aludir a lo abstracto que es la ilusión, lo han hecho posible.
Los cuadros están ahí, expuestos delante de nuestros ojos, y no sólo forman parte de nuestra herencia, sino de nuestro presente cultural; y todo ello, repito, gracias a la generosidad y a la voluntad de un solo hombre: Francisco Cambó.Vayan pues para él nuestras últimas palabras de reconocimiento que, por muy fervorosas que sean, siempre quedarán en la nada ante la grandeza del arte que nos legó, del arte que quiso que fuera de todos y que, por tanto, cada uno de nosotros sentimos, efectivamente, como nuestro. (Joan Sureda, Presentación).