Cirlot, L.; Vidal, M., Salvador Dalí.Historiografia i crítica al segle XXI. Barcelona: Universitat de Barcelona. 2005.págs 27-35.
[…] El Retrato de mi padre pintado por Salvador Dalí cita, como se ha dicho, el Retrato de Louis-Franyois Bertin pintadó por Ingres, pero también se apropia, sin duda, del propio Retrato de León X pintado por Rafael, y, como en éste, en la pintura de Dalí y en el coetáneo dibujo en el que el ampurdanés retrató a su padre ya su hermana, está presente la cuestión dinástica y familiar, cuestión que obsesionará a lo largo de toda su vida al "genio". A diferencia de Rafael, que no participa ni está inmerso en la disputa dinástica medicea, Dalí, obviamente, si que lo está en la disputa dinástica dalianiana. Primero lo está, porqué él, Salvador, no es más que un sustituto del primer Salvador, el hijo primogénito de los Dalí que había nacido el 12 de octubre de 1901 y que había muerto poco menos de dos años después: el primero de agosto de 1903. Con esta muerte, Dalí pasó a ser primogénito, protector y admirador de su hermana Ana María, nacida en enero de 1908, el hereu que mantuvo una profunda y seguramente intensa relación con su madre, Felipa Dornenech Ferrés, que murió en 1921: "Sobrevino la muerte de mi madre, y ése fue el mayor golpe que había recibido en mi vida. La adoraba; su imagen se me aparecía como única. Sabía que los valores de su santa alma estaban muy por encima de todo lo humano y no podía resignarme a la pérdida de un ser con quien contaba para hacer invisibles las manchas de mi alma [... ]. Con mis dientes apretados de tanto llorar, me juré que arrebataría a mi madre a la muerte con las espadas de luz que algún día brillarían brutalmente en torno a mi glorioso nombre[…]. Desaparecida Felipa, la relación con su padre, Salvador Dalí Cusí, se hace difícil, cada vez más difícil, aunque son el padre y la hermana Ana María -Ia querida hermana y modelo insustituible antes de Gala- quienes acompañan a Dalí a Madrid para realizar las pruebas de ingreso -un dibujo de una copia del Baco de Jacopo Sansovino- a la Escuela de Bellas Artes, y fue el padre quien empezó a convertir en "hecho histórico" al pintor al coleccionar en un libro de gran tamaño todo aquello que se publicaba sobre Dalí. En el prólogo de ese libro, Don Salvador dejó constancia en 1925 -el mismo año del dibujo y del retrato familiares- de su conocido consentimiento y, al mismo tiempo, reconocimiento de la senda artística que había emprendido su hijo, y también puso de manifiesto lo que para la familia, y en particular para él mismo, había supuesto de desprendimiento y generosidad: «El esfuerzo que tal cosa ha requerido -afirma Don Salvador- es muy grande, si se considera que no poseo fortuna particular, ni grande ni pequeña, y que tengo que satisfacer todos los compromisos con sólo las honradas ganancias de mi profesión, que es la de notario, y que mis honorarios, como los de todas las notarias de Figueras, son modestos?. » Como es sabido, las relaciones de Dalí con su padre, a partir de este momento […]. (Joan Sureda, de «Dalí o consumirse de admiración ante reproducciones de Rafael»).