Huera, C. (coord.); Milicua, J. (asesor), Historia del arte. Enciclopedia temática Planeta. Barcelona: Planeta, 1974 págs. 168-193.
El orden feudal que había posibilitado la gestación y el desarrollo del arte románico empezó a perder su estabilidad político-económica en las postrimerías del s. XII. Las duras condiciones de vida del colonato provocaron la deserción de buen número de hombres que buscaron en otras actividades, principalmente en el comercio o en el ejercicio libre de una profesión, mayores compensaciones laborales, económicas y sociales. La ciudad, aquella ciudad casi abandonada a principios de la edad media, empezó a tomar una nueva vitalidad; los comerciantes, que serían llamados burgueses, adquirieron cierto carácter de casta ciudadana, que pronto se vio favorecida por los privilegios y las prerrogativas de la débil realeza; los ciudadanos que desempeñaban el mismo oficio o especialidad se reunieron en agrupaciones gremiales o corporativas para garantizar su subsistencia fuera de la estructura feudal. A fines del s. XIII, sin embargo, el nuevo planteamiento de la sociedad originó continuos conflictos entre la nobleza, tanto la laica como la eclesial, y la pujante burguesía; este malestar social se agravó cuando la creciente emigración de trabajadores del campo a la ciudad provocó bajos rendimientos en las tierras de labranza y, con ello, frecuentes períodos de escasez. La delicada situación se agudizó hacia 1315, a causa de una serie de factores meteorológicos que propiciaron malas cosechas y, como consecuencia, una época de hambre general. La desnutrición de la población fue, sin duda, factor importante en la catastrófica y definitiva peste que asoló los territorios occidentales en 1348. La reacción a este estado adverso no tardó en producirse. La desmembrada y agonizante feudalidad intentó sobreponerse a su inevitable destrucción y se adaptó a los nuevos condicionantes económicos, remplazando los recursos y lanzándose quizá a la única salida que posibilitaba su subsistencia en condiciones contrarias: la guerra. A pesar de los estragos y de las muertes que causaron las interminables acciones bélicas, como las de la guerra de los Cien años, permitieron afianzar un nuevo orden económico, y con él se empezaron a insinuar el concepto y la necesidad de una centralización del poder a través del estado […]. (Joan Sureda, de «El llamado estilo gótico» )