Barcelona: Lunwerg .2000. ( Casanelli, R. , ed; Andaloro, M.; Cassanelli, R.; Contadini, A.; Curatola, G.; David, M.; López Guzmán, E.; Marino, L.; Nenci,C.; Páez López, J.; Piva, P.; Sureda, J.; Velmans, T.). págs. 257-283.
Abul Filda, que, según el calendario cristiano, vivió entre 1273 y 1331, escribió un ambicioso Resumen de la historia de la Humanidad (Muftasar tarij albasbar). Su historia concluye con una visión esperanzada del mundo y una súplica: «Con estas conquistas, todas las tierras del litoral volvieron íntegras a los musulmanes, cosa inesperada. De esta forma, los frany que habían estado antaño a punto de conquistar Damasco, Egipto y otras muchas comarcas, fueron expulsados de toda Siria y de las zonas de la costa. ¡Quiera Dios que nunca vuelvan a pisar este suelo!.»El emir ayyubí de Hama vivió en primera persona tales conquistas cuando apenas contaba dieciocho años: fueron las de Saida, Beirut, Tiro y todas las ciudades de la costa siria que cayeron tras que las tropas musulmanas conquistaron Acre a media mañana del decimoséptimo día del segundo mes de yumada del año 690, o, lo que es lo mismo, del viernes 18 de mayo de 1291. En agosto de aquel mismo año, 1291, e incluso en enero y febrero del año siguiente; el papa Nicolás IV (1288-1292) predicó en vano entre los príncipes del cristianismo el espíritu de la cruzada; los príncipes de Occidente se mostraron indiferentes a la llamada, como ya lo hicieran en enero de 1290 y en marzo de 1291. Enrique II, rey de Chipre y Jerusalén, que había acudido en ayuda de Acre, quedó solo ante los musulmanes, junto a los templarios, los hospitalarios y unas pocas gentes, más bulliciosas que guerreras, llegadas de Italia. Fue inútil. Los infieles tomaron Acre, y con su caída se puso fin a la presencia franca en Oriente; el reino de Jerusalén se derrumbó y murió el espíritu que había alentado las cruzadas. El Santo Sepulcro dejó de ser meta de caballeros para convertirse, como lo había sido antes del siglo XI, en sueño de peregrinos fascinados por el Oriente maravilloso, aunque las cruzadas, como acciones aisladas y como idea, sobrevivieron hasta el corazón de la Edad Moderna.(Joan Sureda, de «La belleza... »)