Canalda, S.; Narváez C.; Sureda, J. (eds.), Cartografías visuales y arquitectónicas de la modernidad. Siglos XV-XVIII. Barcelona: Publicacions i edicions, Universitat de Barcelona. 2011. págs. 29-46.
Velázquez representa una esquina del huerto fernandino, pero no una esquina cualquiera. Pinta la entrada de la loggia del grotto, gruta que en origen Ammannati debió de concebir con paredes cubiertas de concreciones calcáreas, mosaicos policromos y mármoles con figuras de animales reales y fantásticos, como en la grutta degli animali de Villa di Castello, pero que acabó siendo un almacén y taller auxiliar de restauración de esculturas. Quizá por eso, en su cuadro, Velázquez nos priva de la visión interior de la loggia. Cierra la gruta, que podía haber aludido al vientre de la tierra, la imagen por excelencia de la matriz de la creación, con una talanquera de maderas que sólo deja al descubierto ciertas zonas de densa, aunque no absoluta, oscuridad, significativa en el medio punto y en la T de la entrada. Al considerar que Velázquez pintó las vistas de Villa Medici del natural, tal vez a plein air, se ha creído unánimemente que los tablones -cuya disposición repite de manera semejante para figurar la cueva que habitaba Pablo en el lienzo de San AntonioAbad y San Pablo Ermitaño se debían a una reparación o restauración de la loggia. y este dato ha sido determinante para establecer la cronología de los cuadros; según esto, sin embargo, la hipótesis de que se pintaron del natural no parece, como se verá, que sea del todo cierta[…]. ( Joan Sureda, de «Los paisajitos de Villa Medici de Velázquez o la visión de lo natural»)