Planeta, Barcelona, 2006 (Vol.X. Sureda,J.; Guasch, A.M.; Hernando, J.; Carrillo Castillo, J.; San Martín Martínez, F.J.; Kuspit, D.)
El siglo XX, aunque hay quien no lo considere así, empieza a alborear en los primeros días de 1900 y sufre su ocaso en los últimos días de 1999. A partir de ahí, el siglo XXI inaugura un nuevo siglo y un nuevo milenio. Aún teniendo en cuenta todas la matizaciones pertinentes, una vez establecidos los cánones y la convenciones necesarias – algunas culturas no occidentales utilizan otros parámetros de medición del tiempo- la cronología no parece que sea discutible. Lo que es contestable es la valoración histórico cultural de ese lapso temporal que llamamos siglo XX. O, lo que es lo mismo, lo que se puede plantear, aunque no de manera distinta a como lo haríamos con el siglo XV o con el siglo XIX, es si el período 1900-1999 tiene una entidad histórica cultural propia y diferente de la de otra época. En definitiva ¿ existe un arte específico del siglo XX? Quizá estamos demasiado cerca de ese siglo para contestar con perspectiva correcta esa cuestión, pero lo cierto es que ante una obra de arte realizada a lo largo de los cien últimos años, una que en su momento de creación haya pretendido ser contemporánea, nadie pensaría estar ante una pieza del siglo XVIII o del siglo XIX. Ello no obsta para advertir factores de variabilidad o de pertinencia, porque, a pesar de todo lo dicho, no cabe duda que los límites cronológicos son más metafóricos que sintomáticos y que el arte no es pensable, ni por supuesto viable, como fenómeno aislado con vida propia. El arte forma parte de la sociedad en sus coordenadas históricas: es , a la vez, historia y sociedad. Si bien en lo formal e incluso en lo objetual no es complejo identificar las obras de arte- o los objetos que consideramos artísticos- del siglo XX, su ciclo creativo, el que marca sus rupturas y sus identidades- seguramente se inicia antes de 1900 y también concluye antes de 1999. El fenómeno que entendemos y distinguimos como “ arte del siglo XX” , arte moderno o arte de la modernidad germina en torno a 1870 y decae en torno a 1970. Un ciclo cuya duración aproximada también es un siglo pero no “ el siglo”, dicho lo cual no hay que considerar que sea ilegítimo y menos operativamente erróneo , ponderar, como se hace en este volumen, un cuerpo de estudio cuyos límites sean precisamente los cronológicos del siglo XX. El emblema histórico del entorno de 1870 es el hundimiento del II imperio francés ante Prusia y el consecuente aplastamiento de los revolucionarios de la Comuna parisina. Cien años después, el escenario vuelven a ser las barricadas y manifestaciones parisinas y lo que en esta ocasión, en el mes de mayo de 1968, se hunde o pulveriza es la utopía de la igualdad y la libertad. En lo artístico, el entorno de 1870 tiene su símbolo en una tela de modestas dimensiones ( 48x63cm) en la que en 1872 Claude Monet pintó una vista del puerto de Havre. No supo como titularla, porque el puerto desaparecía ante las brumas del amanecer. Al exponerla dos años después le dio el nombre de Impression, soleil levant. La pintura -el arte- había dejado de contar retóricamente historias, exaltar actitudes, describir objetos o plasmar recuerdos y sentimientos, y , sobretodo, se había liberado de la tiranía del encargo y , consecuentemente, del poder. Impression, soleil levant jamás encontró un comprador. A principios de 1969, en el Musée d’ art moderne de la Ville de París, tras ser realizada en distintas fábricas, se presentaba una acción en solidaridad con Vietnam del Norte: Salle rouge pour le Vietnam. El llamado arte- por ser presentado en un museo de arte, aunque también por serlo en una fábrica- había traspasado las fronteras de la contestación individual ante el hecho social y se había convertido en una práctica cuasi política que posibilitaba que el espectador pudiese tomar parte activa en la transformación política. De objeto aurático, la obra de arte había pasado a ser un instrumento crítico, un arma perturbadora y arrojadiza contra la sociedad. Entre el principio y el fin del ciclo creativo del arte del siglo XX, 1870 y 1970 respectivamente, el mundo se había estremecido ante los dos juicios finales de la primera y la segunda mundial; en lo artístico, los juicios no menos destructores- y creadores, evidentemente- de la abstracción , el dadaísmo, el surrealismo... y, al final, el silencio que clamó Auschwitz. La modernidad y el siglo XX - no el convencional sino el real- estaban agotados y lo estaba también su arte. La actitud totalizadora y el intelectualismo de las vanguardias, el racionalismo, la idea de progreso, el pensamiento lineal, el darwinismo lingüístico, el fetichismo de lo nuevo, la utopía...había perdido todo su sentido y ni tan siquiera lo tenía la propia historia. Estábamos y estamos entrando en una nueva era, pero no nueva por voluntad de serlo, sino porque seguramente lo es. La modernidad neolítica está dejando pasando a una posmodernidad tecnológica y desterritorializada. ( Joan Sureda, «La evanescencia del Aura»).