Tekné. Revista de Arte, 2, 1986, Ip págs. 191-199
El estilo, según M. Schapiro es manifestación de una cultura como un todo y representa una característica visible de esta unldad. En la praxis historiográfica, sin embargo, el concepto de estilo, aun en aquellos casos que es manejado por historiadores que aceptan una definición del tipo de la de Schapiro, se asocia casi inexorablemente a lo formal, contraponiéndose a otros métodos de análisis como el iconológico. Ello ha hecho perder operatividad al concepto, siendo, como bien señala Panofsky, el problema más general y fundamental de la historia del arte . La razón de la pérdida no reside, en sentido estricto, en haber asociado lo estilístico a lo formal, sino en la manera de concebir el proceso y la finalidad del análisis formal. Hasta no hace muchos años, el interés fundamental de la mayoría de historiadores del arte no era tanto la historia o el análisis histórico, por paradójico que ello parezca, sino el peritaje de obras artísticas; no tanto el plantear la historia del arte como disciplina histórica, con las connotaciones que se deriva de ello, sino como soporte (tampoco método) de identificación y posterior clasificación de obras. El método atribucionista de Morelli, basado en el análisis de los caracteres estilísticos secundarios de una obra-, se convirtió para el historiador-conocedor en la regla áurea. El modo de dibujar las manos o las orejas, el de tratar los pliegues o la nariz, fue la base del atribucionismo que incluso salpicó períodos como el románico. La principal preocupación, por no decir la única, era delimitar la hipotética personalidad artística de talo cual maestro o asociar una obra a tal o cual otro. Volviendo a la definición de Schapiro debemos de señalar que en ella se manifiesta la cultura como un todo y que lo que precisamente manifiesta el estilo es esta unidad cultural. Pero difícilmente se puede hablar de cultura unitaria en un instante dado; no existe propiamente la cultura, sino «clases» de cultura, entendiendo el concepto de clase sin el exclusivismo matemático. En cualquier instante del devenir histórico humano se calibra ese enfrentarniento o encabalgamiento cultural […]. ( Joan Sureda, de «El espacio como clasificador estilístico»).