Museo de Zaragoza, 1 junio-16 setiembre 2008. Cat. Madrid: Turner-Fundación Goya en Aragón. 2008. 2 vols. Joan Sureda, director científico de la exposición y editor del catálogo.
«Goya e Italia: del Aníbal a Los Caprichos», I, págs. 17-22; «De Zaragoza a Roma», I, pág. 27; «Roma», I, pág. 41; «Aprender en Roma», I, pág. 61; «Mundos romanos», I, pág. 81; «Goya y Roma», I, pág. 93; «El Cuaderno italiano», I, pág. 103; «Parma», I, pág. 114; «Zaragoza, ritorno in patria», I, pág. 135; «Madrid villa y corte», I, pág. 143; «Arcadia», I, pág. 159; «Naturalezas adversas», I, pág. 173; «El retrato», I, pág. 179; «Lo clásico y lo religioso», I, 197; «Sueños y mostruos», I, pág. 205; «El sueño poético de la muerte», I, pág. 233- ............................................................................................................................................................... En una economía menguante como la romana de mediados del siglo XVIII, las actividades relacionadas con la esfera artística constituían parte vital del sistema productivo y de la imagen política de los Estados Pontificios. En parte por ello, Benedicto XIV quiso convertir el Monte Capitolino o Campidoglio en una auténtica “ciudadela de las artes”. Su núcleo fundacional fue el conjunto de estatuas antiguas donadas por Sixto IV en 1474, que, tras su sistematización en el Palazzo Novo, fue abierto al público en 1734. Pocos años después, en1748, Benedicto XIV creó una Pinacoteca y en 1754 fundó una academia pública y gratuita con el fin de que los jóvenes artistas se ejercitasen en la práctica del desnudo masculino. La Accademia del Nudo, a la que asistieron numerosos pensionados españoles, quedó bajo la tutela de la Accademia di San Luca que centraba sus empeños en la enseñanza de las artes del “disegno” y en la convocatoria de premios cuya concesión se convirtió en un acontecimiento de máxima ostentación ciudadana. Aunque documentalmente no consta la presencia de Goya en ninguna de las dos Academias es más que probable que conociese ambas, así como la Pinacoteca, y que frecuentara el “nuevo” Museo Clementino fundado en 1770 en el Vaticano, que de inmediato se convirtió, con obras como el Torso del Belvedere, dibujado por Goya en el Cuaderno italiano, en faro de los artistas que querían aprender del gran arte de la Roma clásica. (Joan Sureda, «Aprender en Roma»).