Madrid: Ediciones Encuentro. 1994 ( Sureda, J.; Barral, X.; Coll Tomás, B.; Roselló Bordoy, G.)
Las condiciones geográficas son a menudo capitales en la evolución histórica de los pueblos. El Mediterráneo convirtió las islas Baleares en apreciado lugar de encuentro de pueblos y culturas, que buscaron en ellas el refugio y la protección como el puente o el estratégico emplazamiento que ofrecían sus tierras. Desde la cultura talayótica hasta la Edad Media las Baleares tuvieron una accidentada historia no siempre compartida con igual fortuna por todas las islas y que se oscurece, ya en nuestra era, tras la dominación romana. Del siglo V al IX, el conocimiento que se tiene tanto de las islas mayores -Mallorca y Menorca-como de las Pitiusas (Ibiza, Formentera e islotes) es escaso. Los vándalos, los bizantinos, las huestes de Carlomagno llamadas en contra de los corsarios musulmanes forman un mosaico de gentes que, a pesar de lo dicho por los cronistas árabes, poca oposición debieron presentar al califato cordobés, cuando en 902 emprendió la conquista insular. Sólo algún que otro núcleo urbano resistió militarmente la invasión: En esta isla -escribe alZührT refiriéndose a la conquista musulmana de Mallorca- se halla una gran fortaleza construida en un lugar alto y desértico, sin parangón en el mundo habitado; se le conoce por el nombre de Hisn Alarum. En él habitan los mallorquines que, cuando la isla fue conquistada en la época de Muhammad, hijo del quinto emir omeya del al-Andalus, se hicieron fuertes en esa fortaleza durante ocho años y cinco meses después de la conquista, sin que nadie pudiera hacer algo en su contra; sólo la falta de vfveres les obligó a salir. Esta fortaleza se levanta en la cima de un monte de piedra dura en la que brota agua en abundancia. La dominación musulmana, basada seguramente más en la tolerancia que en el enfrentamiento, arraigó profundamente en suelo balear. Dependientes primero del Califato de Córdoba, luego del reino de taifas de Denia y desde 1086 constituyendo un enclave independiente, las Baleares tuvieron en la piratería uno de sus principales medios de supervivencia. La región pisana y las costas catalanas fueron los lugares más castigados por las incursiones de los sarracenos isleños […]. ( Joan Sureda, de «Las razones de la historia»).