Barcelona, Lunwerg, 2006, ISBN 84-9785-301-6.
Como la Italia de Petrarca, la España que agota el siglo XVI y se adentra en el XVII, la de Cervantes en un sentido lato, siente vivir una edad nueva, áurica, que ha dejado atrás épocas más oscuras, de hierro. Lo siente- lo sienten algunos, evidentemente- pero lo hace de una manera esporádica y en modo alguno utilizando la expresión “Siglo de Oro”. Esta empieza a aparecer tímidamente en algunas gentes de letras cuando la decadencia marca ya un antes y un después de la edad afortunada como la atalaya de la vida humana. Pero fue la Ilustración defensora del progreso histórico y el nunca finiquitado debate entre “antiguos” y “modernos” lo que llevó a consustanciar con pretensiones históricas el concepto de "Siglo de Oro" entendiéndolo como período de plenitud de la cultura, muy particularmente la literatura, española, aunque no sólo asociándolo al inmediatamente anterior, el del Barroco del siglo XVII, sino al del Renacimiento que fue alumbrado y cultivado por los Reyes Católicos, Carlos V y Felipe II mirándose en el espejo de Italia. Es el Siglo de Oro del que habla tempranamente (1737) como “edad” el erudito valenciano Gregorio Mayans y Siscar en la dedicatoria a Juan Barón de Carteret de la primera biografía de Cervantes que escribe para la edición londinense del Quijote y que como “siglo” define (1754) el malagueño Luis José Velázquez de Velasco en sus Orígenes de la poesía castellana en donde intenta una periodización de este arte en cuatro edades, siendo la tercera , la que abarca desde el tiempo de Carlos V hasta el de Felipe IV, “el siglo de oro de la poesía castellana, siglo en que no podía dexar de florecer la buena poesía al paso que habían llegado a su aumento las demás buenas letras”. Con Velázquez de Velasco el concepto de Siglo de Oro se afianzó sin que el termino “siglo” se entendiese como centuria o espacio de cien años sino en el más amplio sentido del saeculum clásico. Se consolidó respecto a lo literario pero también, aunque de una manera más vaga, en contextos relacionados con las bellas artes. Una de las primeras menciones en este sentido es la que se encuentra en la carta que el pintor neoclásico Francisco Preciado de la Vega escribió a Giovanni Battista Ponfredi, también pintor, sobre el desarrollo de la pintura en España, fechada en Roma el 20 de octubre de 1765: “Hace algunos días prometí a V. S. dar breve noticia de los pintores que en España tuvieron más nombre, de los cuales poca o ninguna se tiene en Italia, no siendo conocidos más que de sus mismos compatriotas -y de los extranjeros, que en aquellas tierras se encuentran accidentalmente-, capaces de ciertos conocimientos de Pintura; porque estando sus obras, ordinariamente, colocadas en iglesias, o escondidas en palacios, o en casas particulares -a las que la visita no es cosa fácil, como lo es a las de los príncipes italianos- quedan sepultadas, fuera del comercio e invisibles ultramontes; a diferencia de las de otros valientes pintores extranjeros de diversos países, que suelen llegar a Roma.Aseguro a V. S. que ha habido en aquel Reino profesores de tal excelencia que sus obras merecerían estar al lado de las de los más célebres coloridores en las famosas galerías de los príncipes aficionados [...]. Y para dar principio desde los más remotos tiempos digo: que estando España invadida y dominada por los moros de Africa, como V. S. sabrá por las historias, durante casi ocho siglos, los españoles para echarlos hasta su total expulsión tuvieron que sufrir duras fatigas, y aún pérdida casi completa de las letras y bellas Artes. Cuanto más adelantaban las armas tanto menos se daba campo a las delicias de la Pintura.Sin embargo, parece que fueron tolerados por los moros algunos pintores entre los cristianos; puesto que, en Sevilla, mi patria hay una cofradía, o sociedad fundada en una capilla de la parroquia de San Andrés, donde yo fuí bautizado, que tiene por protector a San lucas evangelista, y dicha cofradía goza de estatutos dados por el glorioso conquistador de aquella ciudad el Rey Don Fernando; a menos que hayamos de creer que entonces se introdujeron de otras partes o que, de repente, nacieron allí. Este Santo Rey vivió a mediados de siglo decimotercero y por esto se puede comprender cuán antigua sea esta cofradía de pintores; los cuales supongo que serían en aquel tiempo poco felices en saber; ya que, como en Italia, no existían todavía los que el siglo de oro produjo mucho después.En el tiempo que en Italia se sorprendieron todos con asombro de las obras de Miguel Angel y de Rafael, hubo en España algunos de tanto aliento que, oyendo alabar las obras de los dos héroes de nuestras artes se decidieron a pasar los Alpes para venir a encontrarlos y tenerles por maestros, para llevar luego a su patria, como lo hicieron, aquella escuela y manera”. Ese Siglo de Oro considerado igualmente, entre otros, por Gaspar Melchor de Jovellanos en su discurso pronunciado en la Academia de Bellas Artes de San Fernando el 14 de juliol de 1781 y editado el 1782, fue afirmado con reservas, y ya con indudables connotaciones ideológicas, por el siglo XIX como el período que en lo literario abarca, con variaciones, desde los tiempos de Jorge Manrique hasta la muerte de Calderón de la Barca ( 1681) y en el campo de la bellas artes desde la llegada a Castilla de Pedro Berruguete tras su estancia en Urbino ( después de 1482) hasta la muerte de Claudio Coello en 1692. En ese Siglo o en esos Siglos de Oro, época definida pues más por la tradición historiográfica que por la época, nacieron, crecieron y vivieron grandes creadores, desde Miguel de Cervantes hasta Diego Velázquez, el cortesano y pintor que con sus pinceles convirtió la realidad en pintura y la pintura en realidad. Es el período de la monarquía de los Austria instituida por el emperador Carlos V y sellada dos siglos después por Carlos II. Un período que alcanzó altas cotas de mecenazgo con Felipe II, el rey que amó la pintura de El Bosco tanto como la de Ticiano y levantó la “octava maravilla” del mundo: el monasterio de El Escorial, y con Felipe IV, el monarca que confió en el arte de Velázquez para visualizar el esplendor de un momento ya política y socialmente en decadencia[…] ( Joan Sureda, de La gloria de los siglos de oro. Mecenas, artistas y maravillas en la España imperial)- El libro lleva a cabo el estudio de este período a través de dos bloques temáticos. El primero analiza cuestiones historiográficas fundamentales como la apuntada definición de "Edad de Oro" en la realidad histórica española. En este sentido, el texto amplía la cronología tradicional y el término en sí, comúnmente asociado con el siglo XVII, empleándolo para clasificar el XVI. y los siglos XVIII como "Edad de Oro", no ahora en términos de literatura sino también en términos de arte. Pero esto hace no solo una nueva propuesta cronológica sino también territorial, ya que incluye los territorios estadounidenses no solo como receptores de una cultura visual. pero también como generadores de él. El segundo de los bloques temáticos desarrolla, entre otros asuntos, cuestiones de carácter formal, como "los espacios de poder" y "las formas engreídas", y de carácter sociológico, como el estudio de la representación de "los pobres, bufones y prodigios" y la de "Mujer y mujer". El impacto del texto, a través de su renovación metodológica, se ve fundamentalmente a través de su traducción inmediata a otros idiomas, lo que implica una rápida repercusión internacional de sus contribuciones: L 'art espagnol aux siècles d', París, Hazan, 2006 y The Golden Age of Spain, New York, Vendome-Abrams-Thames & Hudson, 2007, así como la traducción al ruso publicada en Moscú en 2008 .