Valladolid: Museo Nacional Colegio de San Gregorio [Museo Nacional de Escultura], 22 de junio-2 de octubre 2011.Cat. Madrid: Editorial Ministerio de Cultura. 2011.
En el estado actual de la historia del arte, no es útil ni probablemente significativo utilizar una estricta taxonomía política, territorial o cronológica para analizar la pintura del siglo XV. Es difícil, por no decir imposible, plantear una clasificación que agrupe en unidades discretas dentro de un sistema estable - como se entendían las «escuelas» a todos y cada uno de los procesos creativos de la práctica pictórica de la época, ni aplicar a estos una especie de saltacionismo cultural que explique la generación de nuevas maneras de entender, apropiarse y representar el mundo. La pintura - igual que las demás manifestaciones artísticas- no evoluciona de manera abrupta ni menos a través del imperativo de una supuesta vida de las formas que actúe a la manera de un sistema ortogenético. Evoluciona por cambios continuos y graduales producto tanto de variaciones políticas y sociales -colectivas, sin duda, pero también individuales- como de mutaciones de los hábitos estrictamente creativos, necesariamente permeables a influencias capaces de cuestionar el proceso inveterado de la tradición. El estudio de la producción pictórica bajomedieval y protomoderna en los territorios hispánicos no debe concebirse a través de mecanismos de especiación artística, sino de desarrollos que redefinan las múltiples relaciones que se dan entre las culturas visuales del período y se interesen tanto por las continuidades y discontinuidades propias de los marcos históricos paralelos o semejantes, como por los nexos de diversa índole -desde el viajar de los comitentes hasta el de los artífices, desde la compra y venta de obras hasta el “gusto” y el coleccionismo, por solo poner algunos ejemplos- que se establecen en marcos disemejantes. La brevedad de este artículo no permite analizar no ya la evolución sino la síntesis de estos procesos en el ámbito de la pintura hispánica del siglo XV. Se dejan de lado las relaciones que se establecen en los marcos histórico paralelos o semejantes, en este caso el de los reinos de la península, y aspectos tales como el viajar, el gusto y el coleccionismo de los patronos en relación al comercio del arte -excepto en el caso singular de Alfonso el Magnánimo-para fijar el objetivo de análisis en los casos principales de permeabilidad y movilidad en marcos de resistencia inercial. Un diálogo en Roma El domingo 13 de octubre de 1538, Francisco de Holanda, Miguel Ángel, Vittoria Colonna, marquesa de Pescara, Diego Zapata, hidalgo español servidor de la marquesa, fray Ambrosio de Siena, Urbino, ayudante de Miguel Ángel y Lattanzio Tolomei se reúnen en Roma para dialogar sobre la pintura en Flandes y en Italia, y las razones por las cuales se dan grandes pintores en Italia y no en otros lugares: " Temos, senhora, em Portugal- aclara Francisco de Holanda a la marquesa-, cidades boas e antigas, principalmente a minha pátria Lisboa […]. E sobretudo temos um rei mui poderoso e claro, que em grande assossego nos tempera e rege, e manda províncias mui apartadas de gentes bárbaras, que à Fé converteu. E é temido de todo o Oriente e de toda a Mauritânia, e favorecedor das boas- artes, tanto que por se enganar com o meu engenho que de moço algun fruto prometia, me mandou ver Itália e suas polícias, e mestre Micael Ângelo , que aqui vejo estar¨. Francisco de Holanda se muestra orgulloso de su patria, de su rey y de las conquistas de ultramar, lo cual no quita para que afirme: "Mas de uma cousa é infamada Espanha e Portugal; e esta é que em Espanha, nem em Portugal, não conhecem a pintura, nem fazem boa pintura; nem tem seu honor a pintura." Para el lisboeta, todo pintor debía estar razonablemente instruido en letras latinas y traducciones griegas para poder leer a Tito Livio, Tácito, Salustio, Plinio, Horacio, Virgilio, Ovidio, Homero y otros; debía ser ducho en teología para no pintar cosas contrarias a la religión cristiana y era inexcusable que dominase las historias de santos y la historia del mundo. Además de las competencias que le eran propias, como la geometría, las matemáticas, las ciencias de la perspectiva, la fisonomía y la anatomía, debía entender de poesía, pues en ella se escondían muchas flores y frutos del jardín de las musas, de cosmografía para describir correctamente las cosas de la tierra y el mar, y de la astrología que gobernaba los movimientos y círculos de la esfera celestial[…]. ( Joan Sureda, de «En torno a la pintura de hacia 1500: tradición y permeabilidad en los reinos»).