Cuadernos de Arte Español. Madrid: Historia 16. 1992.
[…] Pero con todo, esta recuperación y, sobre todo, valoración ha ido encaminada fundamentalmente a lo románico. Lo protogótico no ha salido a la luz histórica hasta hace apenas cincuenta años. El cambio en los conceptos de conservación y restauración de obras de arte ha hecho que en estos últimos años los arrancamientos sean escasos y que los murales descubiertos, siempre más abundantes que los frontales o retablos, permaneciesen, en su mayoría, traspasados o no, in situ y que los fondos de pintura medieval de los museos que la poseen pasen generalmente del mundo románico al italianizante sin apenas mostrar obras protogóticas. Pero ¿qué entendemos por pintura protogótica? Quien siga de cerca la evolución de los estudios sobre nuestra pintura medieval sabrá que este término se utiliza para designar distintos períodos de la evolución de esa pintura o, mejor dicho, para definir períodos con límites cronológicos y aun conceptuales muy diversos. Resumiendo la cuestión e intentando aunar las distintas posiciones, se podría decir que la pintura protogótica es aquella que presenta suficientes rasgos, tanto formales como iconográficos, en sus más diversas acepciones ambos, para que no se la identifique como románica y que no muestra aún los caracteres propios de la pintura de influencia toscana (florentina y sienesa, aunque también de la Italia meridional). La pintura heredera de Giotto, Simone Martini, los Lorenzetti, etc., entró pronto en tierras hispánicas, primero en las islas Baleares y ya en el segundo cuarto de siglo XIV en Cataluña. En la Península, los murales de la capilla de San Miguel del monasterio barcelonés de Santa María de Pedralbes, terminadas por Ferrer Bassa en 1346, son los primeros testimonios conservados (aparte los libros miniados) de la influencia toscana. Sin duda, hubo manifestaciones previas y las obras que pintó Ferrer Bassa con anterioridad a las del monasterio de Pedralbes ya debían ser plenamente italianizantes. Pero esta pintura italianizante no arraigó en la sociedad de la época hasta la segunda mitad del siglo XIV. En la primera, lo protogótico y lo italogótico coexistieron, si bien esta última manera estilística sólo aceptada en los círculos cortesanos y por la clase religiosa más ilustrada. Si el desarrollo de la pintura protogótica, su encabalgamiento con la de raigambre italiana y su presencia residual hasta fmales del siglo XIV, y aún principios del XV, ofrece pocas dudas, éstas se presentan al tener que deslindar lo· protogótico de lo románico. Tal cuestión es la que ha hecho que la pintura protogótica o, lo que es lo mismo, la primera pintura gótica (hay que advertir de entrada que no coincide cronológicamente ni con la primera arquitectura gótica ni con lo que se puede llamar escultura protogótica) haya tenido una fortuna crítica muy diversa, empezando por su propia denominación […]. (Joan Sureda, de La pintura protogótica).